Idioma: Español
Fecha: Subida: 2022-10-20T00:00:00+02:00
Duración: 1h 10m 03s
Lugar: Documental
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El Legado Oculto de la Aljufía

Documental

Descripción

Documental sobre la relación de la ciudad de Murcia y el río Segura. En él se recrea didácticamente el funcionamiento de la red de regadío de la huerta.
Incorpora una imagen innovadora y original de Mursiya y las transformaciones urbanas posteriores a la conquista castellana.
Plantea la difícil relación entre Murcia y su huerta. Descubre el legado oculto de la acequia mayor Aljufía a su paso por la ciudad.
Se trata de un trabajo de investigación divulgativo y riguroso sobre la importancia de la cultura del agua de la huerta de Murcia y la necesidad de proteger y recuperar su patrimonio cultural y natural.

Transcripción

Murcia, el huerto del convento de las Anas. un remanso de paz y de recogimiento en el corazón de la urbe moderna, donde el tiempo parece detenerse. Este lugar vivo, casi intacto durante más de 3 siglos, es el único huerto urbano que aún se riega con el agua de una acequia todavía más antigua. La Aljufía, cuyo nombre árabe denota su origen. Una acequia escondida y desconocida para muchos, que desde hace 1.000 años distribuye las aguas de la margen izquierda del Segura a su paso por la Vega de Murcia. El legado oculto de la Aljufía. La ciudad de Murcia, se encuentra en el centro de una amplia depresión que durante siglos se fue rellenando con las aportaciones de los ríos Segura y Guadalentín. La confluencia de ambos ríos, la escasa pendiente del valle y las frecuentes inundaciones a veces catastróficas, ocasionaba grandes zonas pantanosas. Imprescindible aliado unas veces y enemigo terrible otras, la historia de la ciudad está íntimamente ligada a este cauce. El río Thader,como llamaron los romanos al Segura, discurría muy encajado desde su tramo medio, por lo que, al llegar a la depresión llana, reducía su velocidad y ampliaba su cauce serpenteante hacia ambas riberas, esparciendo hacia los lados el agua, encharcando y enriqueciendo el suelo con los sedimentos que aportaba. La Vega de Murcia, la Vega Media, no es exáctamente lo que es el río, es decir, el río es la parte visible de todo el sistema hidráulico que riega desde la Costera Sur hasta la Costera, digamos Norte. Todo el conjunto de agua va bajando no ya por el río sino también por los subálveos. El agua subterránea infiltrada se mueve horizontalmente en todas direcciones, aprovechando el relieve que la dirige hacia la Vega Baja. Este movimiento del agua, dentro del suelo, es lo que se conoce como percolación. Los meandros crean zonas ribereñas muy fértiles, conocidas como rincones. Meandros, que con el paso del tiempo serán modificados lentamente por el río de forma natural o artificialmente por la acción humana mayor velocidad al curso o luchar contra las avenidas. modificaciones o cortas que permitirán ampliar las explotaciones agrícolas, pero sobre todo y más recientemente, ejercer mayor presión urbanística a veces en zonas aún inundables. Los primeros pobladores evitaron las habituales crecidas de los ríos, pero también las zonas pantanosas del fondo del valle y se establecieron en las laderas cerca de fuentes, ramblas, vías de comunicación o zonas con claras ventajas defensivas. Sus primitivos sistemas de riego, se limitaron a tomas directas del río para desviar alguna porción de sus aguas a pequeñas explotaciones provistas de pozos. Fueron musulmanes procedentes de Egipto, con una arraigada tradición agrícola vinculada al manejo de las inundaciones cíclicas del Nilo, quienes desde la confluencia del Guadalentín con el Segura, extendieron su sistema de riego y aprovechamiento del agua a toda la vega. Se aposentó en ella el ejército de Misr, y su tierra se riega a partir de un río, por el mismo procedimiento que en Egipto con el Nilo. Realmente el Sangonera o Guadalentín viene a ser una rambla, no es un río realmente. El Sangonera cuando llega a Murcia, no llega exactamente con un cauce definido, sino que en un determinado lugar, pues simple, pura y llanamente, ahí desemboca y el agua va siempre en la margen derecha del río Segura. Anteriormente se regaba simplemente dejando que el Sangonera se saliera de madre, inundara lo que tuviera que inundar y luego se procedía a sembrar la producción que fuera. Para regular y drenar las zonas encharcables, se plantaron grandes palmeras datileras que absorbían en el agua del nivel freático superficial, creando un sistema hídrico único de inundación y recogida del agua. El origen de un paisaje físico y cultural que aún perdura. A orillas del río, que los musulmanes llamaron Blanco, Abd al-Rahmán II, fundó Murcia en el año 825, supuestamente para apaciguar las legendarias disputas tribales entre yemeníes y mudaríes, desplazando a Murcia la capital de la provincia de Tudmir. Murcia se estableció en un meandro del Segura que envolvía el perímetro primitivo de la ciudad por el sur, oeste y este. Lo que facilitaba su defensa como enclave militar. Por el norte, se encontraba también defendida por el cauce de desagüe en caso de avenida, que de forma natural desembocaba en la amplia zona pantanosa del meandro de la Condomina. Y bueno, pues es un sitio bastante razonable desde el punto de vista militar, pero desde luego, desde el punto de vista para la seguridad de la población, pues no. La cuestión es, que simplemente por la dinámica de cualquier curso fluvial, un meandro poco a poco va ganando terreno al propio cauce, de tal manera que si tenemos 2 meandros consecutivos pues resulta que por donde ataca el agua, es decir, por donde viene el agua termina abriendo poco a poco, un cauce nuevo y termina por juntarse con el siguiente meandro y eso es lo que pasaba en Murcia. Cuando venía el agua... Cuando venía la riada, vaya, como decimos en esta zona, pues poco a poco fue socabando, y socabando, y socabando... Y en muchas ocasiones, la propia riada desbordaba el meandro de la izquierda, saltaba fuera y se inundaba toda la zona y terminaba llegando al otro meandro, que era el meandro de la Condomina. También es cierto que era una zona muy buena para proceder a generar una huerta. Simultáneamente al uso de la inundación como sistema de riego, a principios del siglo X, con el impulso del Estado, comenzó a construirse una red de acequias ligadas al río. Remontando el curso del río se hallaba un lugar llamado Al' Yabal, en el que se estrechaba el cauce y se podía levantar una presa para regularlo. Estamos en la Contraparada, donde se inician los riegos de la Vega Media, esto es una obra faraónica que se hizo aquí para elevar el agua y que pudieran tomar las dos acequias mayores, y una que tenemos un poco más arriba, que es Churra la Nueva, que baja regando hasta Monteagudo. Aquí tenemos la presa que es la aglomeración más grande de sillería y a continuación para mantenimiento tenemos lo que es el muro de Luzón, que es el que sujeta lo que era todo el valle. Era de madera, haciendo parada, por eso cuando venía alguna riada se lo llevaba y ya decidieron hacerlo de sillería, que es como está ahora, y se quedó pues hasta ahora, a Dios gracias, en condiciones buenas para que aunque vengan riadas que las soporte y y pueda el agua funcionar por las acequias. Estas dos acequias mayores son las grandes arterias de un sistema de regadío muy jerarquizado de uso del agua, que devuelve el agua sobrante de nuevo al propio río. El sistema es tan sencillo como brillante porque se utiliza el mismo agua para regar varias veces por percolación, y dado el sistema que tenemos desde que lo hicieron los árabes, tenemos aguas vivas y aguas muertas. Las aguas vivas, son las que fluyen por aquí, por las tomas de las acequias mayores, y de ellas se van distribuyendo a las acequias menores. A través de los riegos, que se hacen tradicionalmente como son por inundación, y por percolación, vuelve a fluir ese agua, por los cauces más bajos de aguas muertas y en algunos sitios se vuelve a utilizar el agua para regar varias veces. La acequia se compone en la caja, que es por donde circula el agua, y los quijeros de la acequia que están a ambos lados, que se utilizan de servidumbre y de paso y para depositar los restos de las mondas. Esto, las compuertas estas grandes que tenemos aquí, a mis espaldas, es la compuerta general la que hace que eleve el agua dos tomas que tenemos aquí de dos brazales bastantes importantes, uno riega la margen derecha de la acequia y el otro la margen izquierda e igual que aquí en todas las acequias tenemos el mismo sistema de riego. Unas con tablachos y otras que se hacen en cumbres con tablas y elevamos el nivel del agua, con el fin de que puedan regar todos lo altos y que se haga lo mejor posible y desperdiciemos el menos agua posible también. En la Vega Media unas 40 acequias menores, riegan todavía alrededor de 70.000 hectáreas. El sistema tradicional de riego en la vega de Murcia, la vega cercana a la ciudad y también en la Vega Baja, era el sistema que de toda la vida se ha llamado "a manta", es decir "a pie", abriendo simplemente una boquera en las acequias y regando cuando te va tocando la tanda, qué es lo que pasa, que si todo ese agua entrara directamente en los bancales de riego, terminaría exactamente igual que en una maceta, si el agua entrara pero no saliera, terminaría por pudrir lo que son las raíces de las plantas ahí sembradas. Hay que eliminar la sobrante. ¿La sobrante cómo se elimina? Pues a base de escorredores, del escorredor pasa automáticamente a los azarbes, landronas, en fin, se llaman de mil maneras según la zona. Las landronas estas, son unas tuberías que se ponen para el mismo drenaje y algunas recogen incluso las colas de los brazales que estamos regando el agua sobrante cuando se termina vuelve por esas landronas otra vez a parar al mismo sitio. A los meranchos que es el punto más hondo, más bajo que tenemos para transportar el agua ya y sacarla por su cauce al río otra vez. Para que este sistema fuese más eficaz, se incorporaron artefactos hidráulicos como aceñas y norias, que permitirían salvar desniveles y extender las zonas de regadío a cotas superiores. La noria, ñora o simplemente rueda como se conoce en Murcia, es un invento romano perfeccionado por los árabes. Una noria aparece ya en el sello del Concejo de la Ciudad de Murcia del siglo XIV. Desde el siglo XV, hay noticia de la existencia de esta noria en el municipio de la Ñora, en el cauce de la acequia mayor Aljufía. Desde aquí parten dos de las acequias más antiguas de la huerta, las de Churra la Vieja y Alfatego, que riegan terrenos de la margen izquierda de la Aljufía. Las norias hidráulicas, originariamente, consistían en dos ruedas de madera unidas por su eje, que impulsadas por la corriente llenaban unos recipientes cerámicos llamados cangilones, para trasvasar el agua a alturas superiores. La noria actual de metal, con un diámetro de 10 metros, data de 1936. Las norias se utilizaron también para aprovechar la energía hidráulica en molinos, batanes y fábricas, hasta la llegada de otras fuentes de energía. Declarado Bien de Interés Cultural en 1982, el conjunto de la noria y acueducto de La Ñora, constituye junto con la rueda de Alcantarilla una de las señas de identidad de la huerta de Murcia. La Aljufía discurre más de 8 kilómetros por terrenos de huerta hasta alcanzar la ciudad por el oeste. En todo el cauce, se observa una amalgama de obras de distinta época: muros de mampostería, paños de ladrillo macizo, puntuales zócalos de sillares o muros de hormigón. Soterramiento y nuevos encauzamientos actuales para optimizar los riesgos y evitar pérdidas, pero que afectan al entorno tradicional, y las condiciones de fauna y flora autóctonas. Es una cosa muy tradicional, pero el volumen de agua que tenemos no es el que teníamos hace 30 o 40 años y al estar las acequias así, tenemos una cantidad de pérdidas de agua muy importante. La red de regadío y el espacio agrario que riega forman el paisaje representativo y de alto valor agrológico que es la huerta de Murcia. Si bien es cierto que es importante utilizar con eficacia el agua para el riego, también lo es que hay que mantener y proteger nuestras acequias a cielo abierto. Para ello hay muchos motivos. Las acequias son los corredores por donde se extiende la vegetación de ribera. Son el refugio de nuestra biodiversidad silvestre de la huerta. Mantienen los valores patrimoniales históricos y etnográficos vinculados a la red de regadío tradicional. Las acequias frenan la desertificación y drenan las lluvias torrenciales. Con el cambio climático estos cursos de agua pueden mitigar los efectos de las islas de calor que se producen en las ciudades. Las zonas verdes actúan como ventiladores naturales, que pueden reducir las temperaturas gracias a la evapotranspiración. La cultura del agua en la huerta de Murcia es única. Es nuestro patrimonio cultural y natural, que hay que recuperar, proteger y dar a conocer. A mediados del siglo XII, la ciudad de Mursiya vivió una época de esplendor. Gobernada por el emir Muhámmad Ibn Mardanís, conocido como El Rey Lobo, se convirtió en la capital de al-Ándalus oriental. El inicial campamento militar se transformó en el Alcázar Mayor, sede del Gobierno y residencia principal del Rey Lobo. Una importante muralla de 15 metros de altura media 9 puertas y más de 90 torres defensivas que la hacían prácticamente inexpugnable. Conseguía contener no sólo los continuos ataques almohades, sino las permanentes embestidas del río, que provocaban devastadoras riadas. Junto al Alcázar, la Mezquita Aljama donde hoy se ubica la actual catedral. Barrios residenciales, zocos mercados de grano, comercios de seda, artesanos, baños, palacios, intrincadas calles vertebradas entorno a un eje principal, que cruzaba la ciudad desde la Puerta de Orihuela y la puerta de Vidrieros en dirección este-oeste y se bifurca a la altura de la actual plaza de San Pedro por la calle de San Nicolás hasta la Puerta del Zoco. Una populosa ciudad que alcanzaría los 25.000 habitantes en el siglo XII. Una primera rectificación del meandro de poniente realizada por los musulmanes, permitió el necesario ensanche de la ciudad, facilitando la construcción de los arrabales de la Arrixaca. El arrabal de la Arrixaca se extendía al oeste y al norte de la población, donde hoy se ubican las actuales parroquias de San Antolín, San Andrés y San Miguel. Su ocupación se remonta al menos al siglo X. En esta zona se situaban los talleres y oficios más ruidosos, como herreros, carpinteros, curtidores y alfareros. La zona norte, por donde transcurría la acequia, se fue poblando de palacios residencias y amplias calles y adarves. La Arrixaca es mencionada ya en el siglo XII por Al-Idrisi quien describió un arrabal, grande y bien poblado, que cuenta con cerca propia, que así como la villa, está rodeado de murallas y de fortificaciones muy sólidas. Este arrabal está atravesado por dos corrientes de agua. Se refiere a las acequias Aljufía y Caravija que a su paso por la Arrixaca norte eran las principales proveedoras de agua de riego de huertas y almunias. Las acequias cumplían además, un importante papel en el mantenimiento de los fosos de la ciudad, que junto con el río facilitaban su saneamiento y defensa. La ciudad apenas se elevaba unos metros del río Segura sobre un manto freático muy superficial, lo que permitía disponer de pequeños pozos en las propias viviendas. Para dotar de agua potable a los habitantes de la ciudad, se construyeron los llamados llenadores. En el tramo urbano de la Aljufía, se ubicaron junto al convento de Agustinas y cerca de Santo Domingo. Consistían en pequeñas pilas, que servían como decantadores del agua de la acequia. La tierra y los residuos se depositaban en el fondo, y el agua limpia pasaba por un pequeño conducto a otra pila donde los aguadores la recogían en sus cántaros. En esta zona se encuentra el solar que ocupaba el antiguo jardín del conjunto monumental de San Esteban. Actual sede de la Presidencia de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia. Se localiza la zona arqueológica del arrabal de la Arrixaca nueva de Murcia, y está considerado uno de los entramados urbanos de una ciudad árabe medieval más importantes de Europa. El saneamiento de la ciudad se basaba en una completa red de evacuación de pequeños canales de ladrillo, llamados atarjeas presentes en calles y adarves, que comunicaba letrinas y sumideros de cada casa, con las alcantarillas que evacuaban los residuos, al foso que corría paralelo a las murallas. El foso, llamado Val de las Lluvias, además de su función defensiva, servía como principal canal de evacuación de las aguas residuales de la ciudad. En el sector nororiental de la Arrixaca se levantaba una almunia real, conocida como Dâr as-Sugrà por los musulmanes y posteriormente como Alcácer Seguir. Comprendía casas palaciegas, baños y zonas de cultivo, y podría ocupar desde la propia muralla del arrabal, a la altura del actual Teatro Circo, hasta al menos, la calle de la Aurora. Este palacio fue residencia real durante los siglos XII y XIII. Primero de Ibn Mardanís y posteriormente de Ibn Hud quien construyó un edificio de nueva planta. La acequia mayor Aljufía, con sus ramales de Caravija y Casteliche, aprovisionaban de agua los edificios de esta finca palatina, sus jardines y extensos huertos. Fue también ocupado por los monarcas cristianos hasta su donación definitiva a la Orden de las Clarisas a mediados del siglo XIV, que lo han mantenido hasta hoy. Aún conserva su gran alberca que domina el espacio central de su patio interior. Y una interesante exposición de restos arqueológicos de la época mardanisí. Estamos ante el monasterio de Santa Clara la Real, donado por Pedro I el Cruel a mediados del siglo XIV a la Congregación de las Clarisas. Este monasterio se levanta sobre un palacio de época islámica. Uno de los tramos más antiguos de la acequia mayor Aljufía, a su paso por la ciudad, se encuentra en Santa Clara. Cuando recorremos la acequia, los quijeros dan fe de su edad. Sus antiguos márgenes de tierra, se encuentran ahora recubiertos con multitud de materiales distintos. Un mosaico de obras de siglos pasados ocultos por el barro y la pátina calcárea. Soluciones técnicas que requieren un detenido análisis para desentrañar sus secretos. En este tramo de la Aljufía, es precisamente donde hemos podido localizar algunos vestigios arqueológicos que podrían estar relacionados con el palacio, vinculados al palacio, del uso de la acequia con respecto al palacio. Uno de ellos es esta toma de agua que tenemos aquí. Una toma de forma circular tallada en un sillar. Otro dato interesante de esta toma es que es una toma abierta, es decir, podían recibir toda el agua que quisieran, no estaba tasada y esto seguramente estaría relacionado también con el palacio, que podía obtener toda el agua que necesitaba. Esta toma surtía no solo a huertos y jardines, sino también los canales y arriates del patio de crucero del palacio del Rey Lobo en el siglo XII. Y después ya en el siglo XIII, la gran alberca central del nuevo palacio de Ibn Hud. Excavaciones arqueológicas recientes indican que su trazado cambió en algún momento. Probablemente cuando se construyó el palacio almorávide Dâr as-Sugrà, emplazado en el actual monasterio, la acequia se desplazó hacia el sur. Su quijero derecho conserva todavía un paño de encofrado de hormigón que se podría relacionar con el trazado de la acequia, en época mardanisí. Este muro correspondería a ese traslado, eso lo sabemos, porque las excavaciones arqueológicas se ha documentado el canal de la Aljufía situado más al norte, tanto en el Monasterio de Santa Clara como en San Esteban, y en el Teatro Circo. La Aljufía recogía aquí las aguas sobrantes del palacio. Una cola de brazal localizada en el quijero izquierdo, vertía las aguas procedentes de las antiguas atarjeas, de la residencia real. Mucho más reciente sería este canal de piedra o regadera del que se conservan solamente sus extremos apoyados en ambos quijeros. Este canal serviría para trasladar el agua de un lado a otro de la acequia. Asociado ya a lo que es al convento de las Claras, tenemos estos dos sillares, grandes sillares, con entalladuras rectangulares que posiblemente debieron servir para apoyar alguna plataforma que avanzaba sobre el canal de la acequia para extraer agua desde el convento. El 1 de mayo de 1.243, el Infante Don Alfonso entró de forma pacífica a la ciudad de Murcia. La conquista castellana supuso un repliegue del sistema hídrico, los cristianos descubrieron un entorno agrícola y unas formas de vida inéditos. Un laberíntico sistema de acequias que definía el paisaje del regadío murciano andalusí. Expropiaciones y reparto del territorio, desconocimiento o inexperiencia de los nuevos pobladores, descuido de las acequias por abandono de los cultivos o el paso de pequeñas explotaciones agrícolas al sistema de haciendas torre o señoríos, desintegraron un sistema bien regulado que no se recuperaría hasta bien entrado el siglo XVI. Como era habitual, se concedieron tierras a personajes de alto rango según su relevancia en la conquista. Las propiedades en la huerta se repartieron en parcelas menores llamadas heredamientos. La implantación de órdenes religiosas era una forma de estímulo para la repoblación de las zonas conquistadas. Franciscanos, Mercedarios, Trinitarios Dominicos, Capuchinas y Clarisas Se establecieron en Murcia desde el siglo XIII. La fundación de monasterios, las continuas cesiones, donaciones y compras, influyeron en la estructura urbana de la ciudad. Su pervivencia ha permitido la conservación de muchos edificios monumentales. Los vencedores cristianos modificaron el entramado urbano de modo más acorde a sus costumbres. Jaime I mandó convertir la mezquita Aljama en Catedral de Santa María y dividió la ciudad entre musulmanes y cristianos con un muro. Alfonso X el Sabio derribó el muro, con lo que se abrió la actual calle de Trapería, que unía ambos alcázares y colocó a los musulmanes en el arrabal y a los cristianos dentro de la muralla. Tras la conquista cristiana se mantuvo la doble red de acequias y la forma de reparto equitativo del agua. Alfonso X, ordenó que cristianos y musulmanes mantuvieran las redes de riego y su sistema de regulación. "...y que se riegue como se solía en tiempo de moros..." El sobreacequiero es el responsable de garantizar que las normas se cumplan en toda la red de riego. Una figura muy similar al "qāḍī l-miyāh" musulman. Un juez del agua entre cuyas atribuciones estaba la de arbitrar los conflictos entre los regantes. La misión del acequiero mayor es distribuir el agua a lo largo de la Vega Media. En las labores principales pues nos encargamos de que el agua fluya por los cauces primarios y que tomen todas las acequias menores y que haya agua suficiente los días de rafa y los días de cortes de agua, que fluya todo según lo previsto. Bueno, el sobreacequiero es el guarda de las acequias mayores. Antes había uno en cada acequia, uno en Barreras y otro en Aljufía. Es un funcionario de la Junta de Hacendados y él va repartiendo agua arreglado a las necesidades que tiene cada sitio. El rey ordenó que el sobreacequiero supervisara el reparto del riego establecido, la limpieza de las acequias y el funcionamiento de molinos y batanes para la fabricación de tejidos, cuya actividad podía perjudicar los riegos aguas abajo, y atendiera a los pleitos entre propietarios para que "...con consejo de algunos onmes buenos, sabidores dello, que les dé su parte e su derecho del agua..." Los guardas mayores intervenimos en las acequias mayores. Normalmente ya cada acequia menor tiene su procurador y demás, que son los que intervienen. Cuando le tocan el agua y hacen una cosa indebida los pueden sancionar, o meterlos al Consejo de hombres buenos o directamente el mismo procurador de la acequia puede sancionarlo. Este Consejo de hombres buenos, declarado patrimonio inmaterial cultural de la humanidad por la UNESCO, es una institución jurídica cuyas resoluciones son vinculantes en la actualidad. Un tribunal consuetudinario peculiar donde sus miembros no son juristas, sino agricultores de la huerta murciana, que de forma rotativa velan por la resolución de los litigios surgidos en materia de riegos. Un legado andalusí que se mantiene vivo en lugares, lenguaje y formas de gestión del riego. Una cultura del agua que ha seguido inspirando los distintos reglamentos y ordenanzas de la huerta de Murcia. La unión de Castilla y Aragón y la conquista de Granada, ya no hizo necesaria la potencia defensiva de la Taifa murciana. La pérdida de valor militar desencadenó un lento proceso de desintegración de la muralla. Como en otras ciudades, la construcción de viviendas adosadas a la muralla facilitaba la creación de calles que coincidirán con la mayoría de las vías principales de Murcia de comienzos del siglo XX. Lo que resta actualmente en el trazado urbano de la ciudad de Murcia, efectivamente, es mucho procedente pues eso, del trazado que tuvo la antigua ciudad de Murcia, especialmente lo podemos ver en aquellas calles que actualmente existen, que curiosamente son bastante rectas y que normalmente eran o el camino exterior de la muralla o el camino intramuro. Luego sin embargo, por ejemplo, en la calle Sagasta, toda la calle Sagasta es la ronda externa de la muralla por la zona del oeste, lo que es todo el tramo del río, desde el plano de San Francisco, la antigua Carretería y Teniente Flomesta hacia adelante, todo eso es también muralla de Murcia, con la gran explanada que supone el arenal, el actual arenal, hoy calle Martínez Tornel. En adelante, el sistema hidráulico no dejó de crecer. La apertura de nuevas acequias y mejoras en la Contraportada optimizaron la distribución del agua, ampliando los límites de la huerta, que alcanzó su máxima extensión a finales del siglo XIX. Conocemos el trazado de la acequia mayor Aljufía gracias a la documentación que se encuentra en el Archivo Municipal de Murcia. Esto es una copia de un plano de 1917, correspondiendo a un proyecto hecho por Manuel Lanzón, que era un ingeniero de caminos, de la Confederación Hidrográfica del Segura. Vemos aquí reflejado la Aljufía en todo su trayecto, desde la Contraparada hasta la entrada en la zona de Murcia, pasando por todos los pueblos del contorno hasta llegar al partidor de Santa Ana. En ese punto la Aljufía de parte en dos, en Benetúcer y en Nelva. Actualmente la Aljufía mantiene su recorrido urbano. Desde el partidor de la Isla, atravesando la ciudad de oeste a este. En algo más de un kilómetro, la antigua calle de la acequia esconde los vestigios arqueológicos de un milenio de vida, dando testimonio de su transformación desde época islámica a nuestros días, del antiguo uso agrícola, al industrial más moderno. De su localización en el extrarradio urbano, a su integración soterrada en la propia ciudad. La acequia Aljufía es rural desde la Contraparada donde nace hasta la entrada a la ciudad de Murcia. Aquí pasa a circular por el tramo urbano, y aunque no pierde su uso agrícola abasteciendo a las huertas vinculadas a los conventos y los monasterios que hay dentro de la ciudad, el de las Agustinas, que están a nuestras espaldas, el Monasterio de Santa Clara de la Real y el Convento de las Anas. Adquirió también con el paso del tiempo uso de tipo industrial. Se empleó para mover piedras, de moler, en molinos, molinos harineros como el Molino Zoco, y luego más tarde ya en plan industrial con la Fábrica del Salitre y con la Fábrica de Seda de la Piamontesa, que tenemos también a su paso en el interior de la ciudad. El uso del agua como fuerza motriz para mover molinos y batanes es casi tan antiguo como el uso para el riego. En esta zona se instaló el Molino Zoco. La acequia, cuando se aproximaba a los molinos, duplicaba o triplicaba la anchura de su cauce y formaba lo que se conoce como el pantano o el regolfo que es donde acumulaban el agua para luego poder mover las piedras. En esta zona estamos viendo cómo los muros después de pasar el molino, comienzan a reducir en tamaño, para coger la anchura que tenía, la anchura natural que tenía la acequia. Los molineros tenían la propiedad de poder calar los tablachos, de poder cerrarlos, para acumular el agua hasta que llegaba a una marca determinada en altura. Así llegaban a acumular cientos de metros cúbicos de agua. Cuando el agua superaba esta marca, estaban obligados a levantar la compuerta y el agua comenzaba a circular por los canales. Estos canales movían el rodezno de paletas y comenzaba la molienda con la rueda volandera sobre la solera que se encontraba encima. Estos lugares seguros y amplios se utilizaban también para actividades recreativas y zonas de baño en el período estival. El molino hidráulico es la revolución industrial de la época. Molinos de esparto, de papel, de pimentón, batanes... Otros, incluso servían para generar electricidad o fabricar pólvora. A mediados del siglo XVII, la riada de San Calixto, agravó aún más la penosa situación de una ciudad continuamente golpeada por epidemias y todo tipo de calamidades. Para paliar sus desastrosos efectos, la Real Hacienda Pública compró unos terrenos de la Iglesia en la calle de la acequia, donde se estableció la Real Fábrica de Salitres de Murcia. La nueva fábrica aprovechaba el agua de la Aljufía y de su acequia menor la Caravija. La función de esta fábrica era generar salitre a partir del nitrato de sodio y del nitrato de potasio. Pero para poder obtenerlo, dentro de lo que es el proceso, necesitaban vapor de agua, y por eso necesitaban también el agua de la acequia Aljufía. Hoy en día aún se conserva, en su interior, algunos restos de esta construcción del siglo XVII, en los quijeros. La Fábrica de Salitre tiene dos sectores, uno de ellos, es en el que estamos ahora mismo, es un cuerpo adelantado del edificio principal. Y aquí el quijero de la acequia está hecho con ladrillo macizo colocado a tizón y trabado con un mortero de muy buena calidad. En el tramo de acequia a cielo abierto, el agua de la Aljufía, regaba también los huertos y jardines de la fábrica. Esta parte del quijero de la acequia corresponde a la tapia del huerto de la Fábrica del Salitre, que estaba fabricado con una base de sillería sobre la que se montaba un muro de mampostería yagueada. Pero lo mismo que el agua entraba, el agua luego salía. Es decir, el agua sobrante del riego de los huertos y los jardines volvía a la acequia a través de las colas de brazal, que son unas ventanas abiertas en el quijero de la acequia, y con la solera, la base siempre rampante o inclinada para evacuar las aguas. Una vez obtenido el salitre, era enviado a la fábrica de la Pólvora, de Javalí Viejo y de Los Canalaos, y junto con el carbón y el azufre pues fabricaban la pólvora. La antigua Fábrica de Salitres dejó de funcionar y pasó a depender de la de Javalí en 1865. En la actualidad, solo se conservan algunos ruinosos vestigios del edificio principal de propiedad particular o remodeladas instalaciones municipales en el entorno del Jardín del Salitre. Durante años la actividad económica más importante de Murcia hasta el siglo XIX fue la industria de la seda. En 1777 se instaló la Real Fábrica de Hilar Sedas a la Piamontesa fundada por empresarios italianos. Se encontraba entre la Fábrica del Salitre y la Casa de Misericordia en el antiguo colegio de la Anunciata. El lugar, que hoy ocupa la Casa de los Nueve Pisos, conserva su fachada barroca y el claustro en el interior de este emblemático edificio de 1914. El primer rascacielos de la ciudad. La Real Fábrica, se ubicó donde discurría la mayor cantidad de agua de Aljufía y Caravija. Llegó a contar con más de 800 empleados, mayoritariamente mujeres y niñas. La fábrica pasó por distintos propietarios, hasta terminar como edificio de viviendas tras la Guerra Civil. En 1.800, aprovechando también este curso de agua, empresarios franceses fundaron otra fábrica de seda en el barrio de San Antón: "A la Tolonesa" que se mantuvo hasta mitad del Siglo XX. Ocupaba el solar del actual jardín público de La Seda, donde aún se conserva la chimenea de aquella industria. Una nueva fábrica se instaló en San Antón, en la actual plaza de La Seda, que mantuvo su actividad hasta los años 70. Yo siempre he dicho que todos los monumentos que tenemos: esta fachada de la Catedral que tenemos detrás, este Palacio Episcopal, el propio Ayuntamiento, aunque es posterior en gran medida, prácticamente la totalidad de las iglesias de esta ciudad, todas están hechas con seda. A mediados del siglo XIX, en muchas regiones españolas y europeas, se abandonó el cultivo de moreras y la crianza del gusano de seda. En Murcia, se mantuvieron pequeñas explotaciones familiares dedicadas a la exportación de materia prima a Francia y a la producción de hijuela. Una actividad artesanal que ayudó a mantener la precaria situación económica de los agricultores. En época del Cardenal Belluga, en plena Guerra de Sucesión, se dio aquí, cerca de la ciudad, una batalla muy importante que fue la batalla del Huerto de las Bombas, que se entorpeció enormemente la distribución y la llegada del ejército del archiduque a base de romper los quijeros de las acequias y anegar la zona norte de la ciudad. Las milicias murcianas, inferiores en número, consiguieron inmovilizar y derrotar a ingleses y holandeses, en una huerta totalmente empantanada. Inundar la huerta como medida de defensa de la ciudad, sería un recurso dispuesto para ser utilizado en otras ocasiones. En reconocimiento, el nuevo monarca concedió la séptima corona del escudo de la ciudad. Es un nuevo momento de esplendor para Murcia el Siglo de Oro del Barroco murciano. Se extendieron las zonas de cultivo, aumentó la población y la riqueza, se acabaron algunas de las principales obras de arquitectura religiosa o civil, y se iniciaron algunas de las principales infraestructuras hidráulicas, de lucha contra las continuas riadas, que han llegado hasta nuestros días. La mayoría de las grandes riadas y las grandes catástrofes que se han producido en la ciudad de Murcia, han provenido siempre del río Guadalentín. Para combatir estas avenidas se llevaron a cabo dos grandes intervenciones. Por un lado, la construcción del Malecón, fue repuesto, demolido por el río, nuevamente construido y así, bueno, infinidad de veces. Por otro lado, se construyó el canal del Reguerón que encauzaba el río Guadalentin, o Sangonera, hasta unirse al Segura más allá de la ciudad. Más adelante, el Conde de Floridablanca, murciano y Primer Secretario de Estado de Carlos III, como Ministro de Obras Públicas, impulsó la rectificación del Segura a su paso por Murcia mediante un proyecto de encauzamiento con sillares de piedra. Y efectivamente, hay un proyecto que se ejecutó en parte y que utilizó alguna de las piedras, que la propia catedral tenía prevista para la ejecución de algunos trabajos dentro de las capillas, y realmente es una auténtica preciosidad. Ese es el motivo por el que hoy la ciudad tiene un río bastante rectilíneo, pero nunca lo fue así. Que lo lógico hubiera sido, aprovechando la presencia de la Aljufía y de Caravija, haber anulado el actual cauce del río, y haber hecho que el río pasara desde el meandro del oeste hacia el meandro del este. Rectificación que podría haberse hecho mucho antes, pero que en época medieval habría dejado desprotegido el Alcázar ante cualquier ataque desde el sur. Por ese motivo nunca se quiso rectificar por ahí. Y cuando ya llegó el momento en que ya no había problema ni con el Reino de Aragón, ni con el Reino de Granada, realmente no tenía ningún sentido. Era más cómodo y más económico, las cosas como son, anular los dos meandros de derecha y de izquierda. Aunque la acequia señalaba el límite de la ciudad con la huerta, pronto se encontró plenamente integrada en el ambiente urbano. Calles, casas, palacios, iglesias, conventos y monasterios convivían con el cauce abierto de la acequia. La acequia se puebla de pequeños puentes hechos con vigas de madera, grandes losas de piedra o bóvedas de ladrillo. En la zona donde nos encontramos estaba el puente del camino de Castilla, un puente que lo construyó Toribio Martínez de la Vega, que es el mismo autor de nuestro puente de los Peligros o Puente Viejo de Murcia. Este es un puente muy grande, de los más grandes que tenemos en la acequia Aljufía por su tamaño, dado que estaba en el Camino de Castilla o en la Puerta de Castilla, una de las salidas importantes de la ciudad. Es una bóveda rebajada, de arco rebajado, está construido con ladrillo macizo colocado a tizón y en ambos extremos está protegiendo y reforzándolo una rosca de ladrillo colocado con forma de dovela, con forma de radial. Posteriormente se construyó alterando la estructura del puente una regadera para pasar agua de una zona a otra del puente. Construidos mayoritariamente con ladrillo de buena calidad, el paso del tiempo, derrumbes y reparaciones desafortunadas dificultan a veces la identificación de estas obras realizadas en los siglos XVIII y XIX. Bóvedas de geometría diversa se yuxtaponen entre sí sin solución de continuidad, intercalando forjados adintelados de distinto tipo. Ocultas entre las bóvedas modernas que cubren las acequias. Este en concreto, es el puente que daría acceso al cuerpo adelantado de la Fábrica del Salitre. Y está construido con la misma técnica, una rosca de ladrillo trabada con mortero de cal, que apoya directamente sobre los quijeros de la acequia. A finales del siglo XIX la mitad del trazado urbano de la Aljufía ya se encontraba cerrado. El cimbrado o cierre total de la acequia en su trayecto urbano, se culminó en las últimas décadas del siglo pasado, cuando definitivamente la ciudad, paulatina e inexorablemente, se apoderó de este espacio hasta hacerlo desaparecer bajo el asfalto y las aceras. El abovedamiento de la acequia sirvió para mejorar el transito urbano, pero su cierre total, por el contrario, dificultó las labores de limpieza. La acequia perdió los tradicionales "entraores", los puntos por donde se bajaba al cauce para hacer la monda. Entradas que fueron sustituidas por las llamadas "bocas de hombre", aperturas distribuidas por toda la acequia. Accesos por donde hoy día, con gran esfuerzo, se siguen realizando las mondas en el mes de marzo. Consisten en la limpieza de los cauces y quijeros y el retirado de la broza, las cañas y barro acumulado a lo largo de un año. Abajo el panorama es a menudo desalentador. La estrechez de los accesos no permite introducir maquinaria pesada de limpieza que hay que hacer trabajosamente de modo manual cuando se puede. Se encuentra basura en el interior, arrojada desde los tramos abiertos de la huerta, y también, ocasionales vertidos urbanos ilegales que pasan junto a las piedras y estructuras antiguas. Dentro de la ciudad las únicas zonas que se regaban en los huertos, estaban vinculados a las órdenes religiosas, con las Hermanas Agustinas, las Clarisas y las Anas. Son los únicos que aprovechaban el paso del agua por la ciudad con fines agrícolas. El mantenimiento de los quijeros afectaba por igual a las órdenes religiosas. El acceso a la condición de vecino que otorgaba la propiedad de un inmueble, obligaba a acatar las normas del Concejo de Murcia. De todos ellos, el huerto del convento de Monjas Dominicas de Santa Ana es a día de hoy, el único que se sigue cultivando con agua de la Aljufía, para consumo de la propia congregación. En el convento de las Anas estamos viendo la toma que tenían para regar. Era una toma de carácter cerrado. Sometida a tanda, en la cual estaba estipulado el día que podían regar y las horas que podían regar. Aquí estamos viendo cómo tenemos un puente en el cual hace que se estreche el tamaño de la acequia y le colocan unas brencas de piedra, labradas en piedra, para ir colocando las tablas o bien de forma horizontal iban subiéndolas poco a poco hasta que iban cerrando todo el paso del cauce, y en otras ocasiones se colocaban de forma vertical esos tablones sujetos al suelo, haciendo el mismo efecto. Con el paso del tiempo, la toma y el cierre y la cubrición de la acequia, impedía que se hiciera de forma periódica el cierre de la acequia para enrafarla, para subir su nivel, y se abrió una ventana lateral, que es esta que estamos viendo, para que el agua entrara cuando había un poco de caudal, porque ya era imposible cerrar, enrafar la acequia, periódicamente. La rafa es un sistema ancestral y que se utiliza para regar en toda la huerta de Murcia. La Aljufía, que es el heredamiento norte, tiene 8 rafas y en la parte de Medio Día, en el sur, con la Alquibla, también tiene otras 8 rafas. Las rafas, es decir, las compuertas que cierran la acequia, se suelen situar en sitios muy apropiados donde el cauce se estrecha. Precisamente utilizan los puentes, utilizan los molinos, que es donde ponían los tablachos o las compuertas para que aumentara el nivel del agua. Eso se llama enrafar la acequia. Nos encontramos al final de nuestro recorrido de la acequia Aljufía por la ciudad de Murcia. Transcurre durante 1.100 metros aproximadamente, y en esta zona, la acequia vuelve a recuperar el trazado rural a cielo abierto. Ha pasado embovedada, con puentes, debajo de los edificios, debajo de los conventos y de los monasterios, y al llegar a este punto la acequia se dividía en 2 ramales y ya cambia de nombre. La parte derecha que estamos viendo corresponde a la acequia ya de Benetússer, que sería la prolongación natural de la acequia Aljufía. y por la izquierda tomaría la acequia de Nelva que ya se dirige hacia Casillas. El sistema de reparto de aguas, como estáis viendo está construido con una especie de muro central de ladrillo macizo, y que tiene una parte frontal con forma de proa de barco, en sillería, que lo que hace es dividir las aguas y conducirlas a un sector y al otro. La capacidad, el reparto del agua, estamos viendo también que la acequia de Benetúcer toma 3/4 partes del agua que procede de la acequia, mientras que la de Nelva tiene 1/4 parte nada más. Esta es la manera de distribución del agua a través de la huerta con acequias menores. Desde una acequia mayor como es la Aljufía hacia luego dos acequias ya de menor entidad. Benetúcer a la derecha y Nelva a la izquierda. Hoy esta Murcia remota y oculta bajo la superficie urbana, aún esconde muchos de sus secretos. Al final de su tramo urbano, la Aljufía retomaba de nuevo su carácter más rural, y recuperaba su característico, cauce abierto. La Aljufía sigue su curso hacia la Vega Baja con los nombres de Benetúcer, de Benefiár, de Benixá,... con el mismo sistema ancestral, que regará con nuevas aguas vivas la huerta de Orihuela. Estamos ya al final del recorrido, aquí es donde termina el regadío de la Vega Media margen izquierda. Y hemos estado viendo que estamos prácticamente devolviendo al río, después de hacer todos nuestros riegos, prácticamente el mismo agua que estamos tomando en la Contraparada. Porque yo siempre digo que nosotros, aquí en la Vega Media, utilizamos agua, no la gastamos. Porque si aquí, en la margen izquierda como estamos, en la acequia Aljufía estamos tomando dos metros, dos metros y medio de agua... Quizás aquí donde se juntan los meranchos, en el Mancomunado, nos esté saliendo prácticamente la misma agua que estamos tomando, y ya a su vez han regado una cantidad bastante importante de tahúllas antes de que llegue el agua aquí. La segunda mitad del siglo XX ha significado un punto de inflexión en la relación de la ciudad con la huerta, el río, las acequias... La ciudad sigue extendiéndose sin cuidado, ocupando las tierras más fértiles. Nuevas soluciones ofrecen aquellos servicios que se pedían a las aguas de las acequias. Las acequias se entuban, la huerta retrocede, se abandona, se cambia de uso, se cubre de cemento. La realidad de este patrimonio natural y cultural nos plantea muchas preguntas y una gran inquietud ante el futuro inmediato. ¿Es inevitable entubar y cubrir completamente los cauces de las acequias que discurren bajo la ciudad, y las extensas zonas de la huerta? ¿Por qué no recuperar sus huellas hacia el exterior y dar a conocer su importancia? ¿Cuánto tiempo le queda a esta huerta arrinconada y su sistema de riego? ¿Podemos dejar que desaparezca este patrimonio único? ¿No podría resultar la huerta, con su regadío, un elemento clave para paliar las consecuencias del cambio climático? La ciudad de Murcia debería hacer un esfuerzo sincero e inteligente, por recuperar el valor de la huerta y su red de riego. Un patrimonio que es imprescindible conocer, proteger y divulgar. Una red ancestral que nos vincula con nuestra historia y mantiene vivos nuestros lazos con la memoria, la cultura y la identidad de un pueblo.

Intervienen

Rosa Maria Hervas Aviles

Postproductores

UMtv (Universidad de Murcia)

Realizadores

UMtv (Universidad de Murcia)

Propietarios

UMtv (Universidad de Murcia)

Publicadores

Rosa Maria Hervas Aviles
UMtv (Universidad de Murcia)

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Serie: El legado oculto de la Aljufía (+información)

Descripción

Documental sobre la relación de la ciudad de Murcia y el río Segura.